Mi Flama y Yo

Flama es mi tabla de surf de madera de paulownia, ecológica y hecha expresamente para mí. El shaper que ha realizado este cuidadoso trabajo es Sergi Galanó. En este blog intentaré exponer mis emociones, las sensaciones y los pequeños avances que voy realizando con mi apreciada Flama. A la vez iré explicando mis inicios en el surf y alguna que otra historia.

domingo, 17 de septiembre de 2023

Olas que te arrancan una gran sonrisa

El día amanece muy nublado, le doy un ligero paseo a Nana, cojo los trastos y me voy hacia Sant Martí. Durante el trayecto las nubes empiezan a ir acompañadas por una ligera niebla. 

Cuando llego me sorprende la cantidad de furgonetas que hay en el aparcamiento, parece que todos sabemos que ese metro que marcan las previs puede estar bien. Aparco y me voy hacia la playa a observar, vislumbro el agua llena de surfistas con unas olas más que aceptables.

Me cambio rápidamente, pongo la parafina en la tabla y me voy para allá. ¿Dónde entro? Primero me dirijo hacia la derecha de la playa, al lado del antiguo muelle, que es dónde me gusta a mí. Intento entrar, pero rechazo rápidamente la idea. No abren bien las olas.

Me resigno y entro con el pelotón. Empezaba a difuminar la niebla, el agua. Cojo una ola, pero tanto mirar para izquierda y derecha, para ver si es mía, hace que el take off lo realice tarde. ¡Tengo que irme de aquí, con tanta gente no haré nada! Salgo con una espuma en la búsqueda de un nuevo pico, que no esté tan abarrotado. En la arena me encuentro con dos amigos, me dicen que al otro lado del espigón no está mal, que ellos se cambian y van para allá. 

Voy para el otro lado de la escollera. Tardaba un poco más la serie y era un poco más pequeña -para mí mucho mejor- y solamente dos surfistas en el agua. La niebla se iba espesando. Empecé   a coger una ola tras otra, de esos días que ya ni las cuentas y eso solo pasa cuando tienes un buen baño. Estuve más de una hora disfrutando de ese mar, con unas olas casi perfectas desdibujadas por la niebla. 

Decidí finalizar la mañana de surf por el cansancio y por la falta de visibilidad. Sin gafas ya no veo nada bien y con la niebla aún menos. Para mayor satisfacción salí del agua con una ola muy larga, de las que te acompañan hasta la orilla, y te arrancan una gran sonrisa. 

Fuera del agua, un surfista me preguntó: ¿están bien las olas? Y es entonces cuando me di cuenta de que la niebla era tan densa que fuera del agua no se veía nada, ni una sola ola. A pesar de todo, le animé a entrar.

martes, 6 de septiembre de 2022

Buen baño


Estaba preparada para ir a surfear a uno de mis spots habituales. Las previsiones marcaban un metro de SE con un ligero viento de tierra y Josep decide apuntarse. Ya que él viene hacemos cambio de playa y nos vamos hacia una reserva natural, situada muy cerca de casa y que solo se puede ir los meses de verano. Desconocía las olas de esa playa, pero el lugar es idílico y vale la pena el riesgo de cambiar el surf por un bonito baño.

El camino para llegar es lento, pues no está en muy buenas condiciones, estaba nerviosa por ver que encontraba. Al bajar del coche se oía el ruido de las olas, una ligera duna no me permitía ver el mar. No fui a observar, preferí ir directamente con la tabla hasta el agua.

En un mar glassy, como una balsa de aceite, iban entrando unas olas perfectas. Entré en el agua con una sonrisa de oreja a oreja y estuve surfeando dos buenas horas hasta que el viento deshizo el hechizo. Eran todas de izquierdas, las de derechas no se dejaban o yo no las supe surfear.

Aparte de las buenas olas, observé, mientras esperaba la serie, que estaba rodeada de bancos de peces y entre las aguas cristalinas reconocí a las lisas y a las lubinas. Por encima de mi cabeza volaban algunas cigüeñas, gaviotas y cormoranes y al salir del agua, en la arena, aún se apreciaban las recientes huellas de los gamos.

Esas dos horas que disfrutamos de este paraíso fueron de una belleza máxima, casi indescriptible, sobre todo si valoramos la proximidad.


miércoles, 16 de marzo de 2022

Filmación final del documental “265 dies sense onades”

El 16 de marzo se filmó el final del  documental ”265 dies sense onades ”, los días que estamos sin olas
en Cataluña. 

El martes anulé todos los compromisos que tenía por la tarde-noche para poder relajarme y descansar, me esperaba una cita muy importante al día siguiente con unas condiciones duras, el swell era grande de SE y fuertes vientos de NE.

El miércoles, a las nueve de la mañana, nos fuimos encontrando los protagonistas del documental con el equipo de filmación en la playa. Cada uno con su historia, con su gran o pequeña aportación al surf catalán. Algunos no nos conocíamos y otros hacía tiempo que no nos veíamos. Mientras nos saludamos nos iban filmando. Después nos dedicamos a observar el mar, si entrábamos o no. Vimos que se podía hacer alguna cosa a pesar del fuerte viento.

Nos cambiamos y fuimos hacia la playa de dos en dos, una vez en la arena hicimos algunos estiramientos antes de entrar en el agua.

Fue una sesión dura, por lo menos para mí,  las olas costaban de coger azotadas por el viento y en las remontadas te quedabas sin brazos.

En más de una ocasión comentamos lo importante que era este día para todos nosotros, estar todos juntos en el agua, compartiendo olas, risas, miradas y esfuerzo, todos unidos para conseguir un día histórico en el surf catalán.

Ha sido un largo camino la realización de este documental, la idea fue de Mario Termes hace siete años y todo ha sido posible gracias al esfuerzo y el amor al surf de todos los que hemos participado.

No suelo hacerlo en mis entradas, pero en esta quiero nombrar a todos los que han colaborado, por lo menos a los que yo conozco, para no olvidarme nunca de esta maravillosa y única experiencia que he vivido. Jamás hubiera imaginado que yo, con mi modesto surf, llegaría a poder estar en el agua con los que considero los grandes de nuestro surf.

Doy las gracias a todo el equipo de filmación Kalapafilms, Bruno y Julie, nunca me han hecho sentir más cómoda delante de una cámara. A Marc Durà con su mirada penetrante y dulce, siempre pienso que le decepciono por no hacer lo que me pide, no es que no quiera, es que no puedo, mi surf es muy humilde. También a Glassy films, mi primera experiencia ante las cámaras fue con ellos, unos minutos antes de empezar creí que me daría un infarto cuando vi todo el montaje. Todo mi cariño para Mariona y Rebeca las dos han apaciguado mis nervios y animado, diciéndome que todo estaba perfecto durante las entrevistas, con ellas todo es más fácil y hasta parece que todo lo que dices es interesante. 

A los protagonistas los nombraré de izquierda a derecha según la foto. Sergi Galanó de Flamasurf, todos sabéis que adoro sus tablas, pero yo, aunque tengo una flama, nunca surfearé cómo él, le vi en una ola que era una estampa extraordinaria. Con Alex Knoepfel he entrado al agua varias veces y siempre me ha dado mucha seguridad saber que estaba allí, conoce perfectamente el medio aparte de surfear como un rey. Jan Bein cuando le conocí -al principio del documental- era un niño y ahora es todo un hombre, pero que aún conserva su sonrisa de niño y qué con cualquier ola hace milagros. La siguiente soy yo y después  Bet Estibalez, una chica muy simpática, no nos conocíamos. Ona Galanó ya casi surfea tan bien cómo su padre Sergi. Aquí descubrí a Soren Manzoni, había oído hablar mucho de él, es todo un personaje, bastante extravagante, cuando apareció con el neopreno puesto, de un tono azulado, casi un añil desteñido ¡me fascinó! Le ví en una ola como un niño que disfruta al máximo con su juguete nuevo. Patrick Schinnerling, es reservado, muy educado, siempre va con casco  y este detalle es lo que me facilitó para poder ver el crack que es en el agua. Esteban Rosas y Evan Illas son los más veteranos y son los pioneros del surf catalán, con Esteban había coincidido alguna vez en el agua, se ve su maestría. A Evan no pude verle. Paco Escola es la primera persona que conocí del mundo del surf, la primera tabla que entró en casa nos la hicieron en Tactic, y la segunda y la tercera y la cuarta.  Por último también conocí a Abel Marsal, de hecho con él ya había coincidido varias veces en el agua, pero no nos poníamos nombre, sabía que era el fundador de la escuela catalana de surf, me gustó cómo persona, no le pude ver en ninguna ola.

Y para acabar le dedico unas palabras a Mario, para expresar el gran cariño que le tengo necesitaría
escribir durante un año sin parar. Él me introdujo en este equipo, yo pensé que me harían algunas fotos de relleno para el documental, saldría cómo una anécdota curiosa que pasa en las playas catalanas, pero me encontré que la realidad fue otra, les interesaba mi historia ¡Gracias Mario por ofrecerme esta oportunidad!


miércoles, 4 de agosto de 2021

Retorno a Asturias


El día 4 cogemos los bártulos y nos vamos hacia Asturias. Hacía un año que, por la situación del Covid, no pisábamos estas fresquitas y verdes tierras.

Esta vez el viaje ha sido diferente, hemos ido en dos coches, ya que Julia y Raúl estaban en Barcelona. Solo hemos estado cuatro días, pero muy completos, con un poco de surf y otro poco de montaña acompañados con unos buenos tentempiés. 

Como es habitual, siempre hay algún día de viento y mucha mar que aprovechamos para descubrir la ruta de río Ñora. Está muy cerca de Gijón. El camino baja serpenteando a través de un apacible bosque de robles, sauces, saúcos y otros árboles de los que desconozco su nombre. Nos guio el río gran parte del camino y Nana pudo disfrutar de innumerables baños en sus pequeñas piscinas naturales.

El final de la senda tiene un gran premio: la playa de la Ñora, muy bonita, no muy grande y flanqueada por acantilados. Ese día había bandera roja debido al fuerte oleaje, al viento y a la corriente, por lo que
no pudimos disfrutar de sus aguas, ni surfeando ni con un simple baño.

Al día siguiente seguía la mala mar, pero sin viento, y buscamos una playa resguardada para ir a surfear; Júlia se decidió por la playa de la Concha de Artedo, de Cudillero. El acceso es por un verde y frondoso sendero con un puente mágico por donde asoman sus aguas azuladas. Es mejor surfear con la marea baja o media, ya que con pleamar desaparece su arena dorada y solamente quedan sus peculiares cantos rodados. Llegamos un poco tarde y la marea estaba bastante alta. Las olas no eran buenas, la gran mayoría rompían en barra, no obstante la experiencia fue bonita y poder disfrutar de todas estas cosas en familia es inolvidable.

El domingo Júlia y yo madrugamos y nos fuimos a surfear a San Lorenzo donde encontramos olas pequeñas que rompían suavemente ¡Disfrutamos mucho las dos con esas olitas! De este día no tengo foto, ya que nuestro fotógrafo, mi marido, se quedó en casa.

Después del surf nos fuimos todos a comer a casa de mis consuegros, en un pequeñísimo pueblo, localidad del concejo de Siero, perteneciente a la parroquia de Lieres. Un hermoso lugar en el que puedes encontrar un duende escondido en cualquier rincón del bosque. Nos recibieron mejor que a unos reyes y nos hicieron una muy buena comida, unas cebollas rellenas de bonito y de segundo plato cordero asado, criado por ellos. Uno de esos días que quedan en el corazón para siempre. 

Y por esta vez, con esa afectuosa acogida, acabamos nuestra estada asturiana. No encontramos ningún duende por el bosque, pero sí dos nuevos amigos con los que podremos compartir más vivencias en nuestros  próximos viajes.


viernes, 29 de enero de 2021

Recuerdos que surgen los días de confinamiento

Ya hace casi un mes que volvemos a estar confinados en Barcelona. Finalmente he optado por ir algún día a surfear a Barceloneta, o más bien a intentarlo entre esa aglomeración negra de cincuenta o sesenta surfistas.

En el agua la sesión se convierte más en un rato de meditación que propiamente en surf. Uno de los días que he ido decidí situarme más al fondo, en la zona long –quizás algún día pueda aprender a surfear con long- no conseguí ni una ola, a pesar de remarlas con ganas, pero sí la paz que busco normalmente en el agua.

Esa paz me trasladó a unos de esos días ampurdaneses que vas buscando medio metro y te encuentras metro largo y de los buenos. Era tan grande y solitario que dudé en entrar, por suerte vi que otro surfista se cambiaba y entramos los dos, cada uno en una punta diferente del pico para no molestarnos, pero lo suficientemente cerca para sentirte en compañía.

Entre series el mar se aplanaba para facilitarnos la entrada. Las olas rompían a derechas e izquierdas. Surfeé algunas olas y caí en otras. Conseguí una de sus esplendorosas izquierdas, de esas que si ves una foto siempre tienes envidia de no ser el de la foto. Evidentemente no la tengo, pero si el recuerdo.

Fue uno de esos días que me gustaría ser una buena surfista para poder exprimir más cada ola, aprovechar cada centímetro de su pared y alargar más su recorrido. No es el caso y me he de conformar con lo poco que sé, con el miedo que siento al remar alguna ola un poco grande y con la inseguridad que tengo en muchas ocasiones. Todo esto queda compensado con lo mucho que disfruto cuando me deslizo por una pared por pequeña que sea, cuando remonto y subo y bajo las olas que aún no han roto, y remo y me siento y contemplo ese mar que me fascina.


Decidí finalizar esta mágica sesión ampurdanesa cuando al ponerme de pie en la tabla uno de mis pies estaba tan insensible que parecía que fuese de hielo y que se me iba a resquebrajar por todas partes. Acabábamos de empezar enero, era el día 2 concretamente, y no llevaba escarpines.

Me hizo volver a la realidad el murmullo del masificado grupo de surfistas.


martes, 17 de noviembre de 2020

11 de noviembre de 2019


Hoy me viene a la memoria un día de esos que no son fáciles de olvidar, recuerdo las condiciones y la fecha por las fotos y las notas que tomé.

A veces te apasiona una playa y no sabes el por qué. Me lo pregunto casi siempre que entro en este spot y más cuando se pone enorme y monstruosamente precioso.

El viento era NO, el swell NE y el tamaño de las olas rondaba los dos metros. Me puse el neopreno ya que me pareció que aunque estaba grande las series medianas eran asequibles. Me extrañó ver solo a tres surfistas en el agua, pues las olas se veían muy buenas. Empecé a remar hacia el pico, en esta playa está bastante lejos y no tiene nada que ver lo que ves desde fuera con lo que encuentras dentro.

Me sorprendió que había menos corriente de la que me esperaba, pero tardé en llegar a mi meta un buen cuarto de hora atravesando espuma tras espuma. Solamente me faltaba un  pato para franquear el último espumón que me separaba de mi destino, cuando vi a uno de los  surfistas esperando en ese punto.  En pocos minutos entendí el por qué no se decidía  a cruzar esa última barrera ¡Entraba una serie inmensamente grande y tubera! Como pude me mantuve entre esas solemnes olas observando el romper de la serie y su inmensidad. La belleza de ese espectáculo, en primera línea, me fascinaba y era más poderoso que el terror interior que sentía. Consideré que no tenía nivel para semejantes olas, solo de pensar en el revolcón de una sola  ya me  horrorizaba y aprovechando el borbotón de una de ellas salí disparada hasta la orilla. Ese día tardé mucho más en entrar que en salir, el otro surfer hizo lo mismo.

Me quedé un poco frustrada, pero a la vez  contenta de mi decisión, de saber hasta dónde puedo llegar, hasta dónde controlo la situación o no. Surfear no solamente es coger olas, has de observar el medio y  conocerlo. Hay días que el mar no te permite  entrar y has de aceptarlo y aprender y disfrutar mirando.

Fuera del agua decidí hacer fotos para recordar este inolvidable día. De los dos surfistas que quedaban en el agua vi como cogían una gran ola cada uno de ellos, son los que aparecen en mis fotos. Uno de ellos es un amigo, ¡qué valiente es Joli! Para mí es uno de los mejores surfistas de nuestras playas, tanto surfeando como fuera del agua, de esas personas que te alegran el baño.  

Un tiempo después me encontré con él y comentamos ese día, me dijo que él también tiene, en algunas ocasiones, miedo. El miedo puede ser un compañero cuando surfeas. Sentirlo en la piel y notar como se va extendiendo por todo el cuerpo y encajándose en cada pequeño rincón del cuerpo. Es el que provoca que te enganches fuertemente a tu preciosa tabla y hace que te sientas orgullosa  cuando consigues casi vencerlo y te atreves a remar esa ola que has temido, y si logras bajar esa pared, el placer no tiene nombre, es sencillamente indescriptible.



jueves, 30 de julio de 2020

Un nuevo viaje hacia el norte


El 30 de julio emprendemos un nuevo viaje hacia el norte. Nana hace unos días que está de vacaciones con Júlia y Raúl y vamos a buscarla.

Esta vez hacemos noche en Santander, un amigo nos deja una preciosa casa, con insuperables vistas, ubicada sobre los acantilados de la playa de la Arena. No tengo palabras para describir lo que es dormir y despertarse con el arrullo del oleaje. La vivienda solo tiene una pega, no tiene un acceso directo a la playa desde el acantilado y para tocar el agua necesitas media hora de coche, has de bordear una interminable ría.

Después de nuestra breve y agradable estancia en tierras santanderinas, al día siguiente nos dirigimos a Gijón.

     

En esta ocasión hemos surfeado dos días. El primer día fuimos por la tarde a Playón de Bayas, estaba grande, desordenado y con corriente. Al principio decidimos no entrar, pero yo siempre me arrepiento de no hacerlo y a última hora, cuando los socorristas quitaron las banderas de la zona de los bañistas, observamos que allí estaba un poquito mejor o simplemente más pequeño y decidimos surfear. Fue un baño rápido y cansado. Cogimos alguna ola, pero la corriente era tan fuerte que finalizamos el baño en una media horita.

Al día siguiente entramos en Verdicio. La marea estaba subiendo,  para entrar te tenías que tragar centenares de espumas, si las conseguías superar te encontrabas con unos impresionantes olones que la mayoría no abrían demasiado bien.

Allí tuve miedo, primero me quedé comiendo espuma a ver si conseguía alguna ola perdida en medio del  hervidero. Al final al ver a mi valiente hija coger una buena izquierda decidí animarme y entrar -los cerrotes me dan pánico ya que me recuerdan al día de mi accidente- Entré un par de veces y salí, en ambas ocasiones, rápidamente con la primera olita que vino.

Me sentí muy mala surfer, miedosa e indecisa. Delante de olas grandes hay situaciones que aún no se cómo solucionarlas y no consigo estar tranquila en el agua. Tengo miedo y ese miedo me crea una inseguridad que hace que cometa errores que se pueden pagar caros. Me doy cuenta que aún me falta mucho que aprender. Más tarde reflexiono e intento no ser tan dura conmigo misma. ¡En mi memoria guardo muchos días buenos en el agua! 

   

Después del baño fuimos a comer a casa Trabanco, un agradable restaurante, pero que debido a la situación de Covid hace que aún no disfrute plenamente de estos actos sociales.

En Asturias no puede faltar la montaña. En esta ocasión Júlia y Raúl nos prepararon una excursión muy especial.  Fuimos a la reserva natural integral del parque de Muniellos localizada entre los concejos de Cangas del Narcea e Ibias. Protege el robledal más grande de España y uno de los mejores conservados de Europa. Solo pueden entrar 20 personas al día y se ha de reservar con bastante anticipación. Hay dos rutas, la larga y la corta, decidimos hacer la corta de 18,5 km, ya que nosotros no somos buenos senderistas.

La primera parte del trayecto el sendero va bordeando el río y entre el musgo y los robles el paisaje es paradisiaco, pero a la que empieza a subir el camino es un pedregal y el paisaje es monótono. Después de tres horas y media de andar llegas a una negra laguna rodeada de matorrales, nada interesante. Hay dos lagunas más, pero decidimos no ir a verlas  ya que nos decepcionó mucho la primera. La vuelta fue más rápida y pudimos refrescar nuestros adoloridos pies en la fría agua del río.

     
Se acabaron los días asturianos y ya de vuelta a casa a disfrutar del Empordà, del medio metrillo mediterráneo, del paddle surf y de nuestro jardín encantado. Hace tres veranos que por las noches, entre junio y finales de agosto, el jardín se llena de “hadas”, la luciola lusitánica comúnmente llamada hada, una especie de luciérnagas voladoras que emiten luz propia y sus movimientos destellantes son mágicos. Cada noche, antes de ir a dormir,  me gusta pasear por el jardín entre esas resplandecientes “hadas” y bajo un cielo intensamente estrellado.


miércoles, 29 de abril de 2020

La Jolla, California, Recuerdos en los días confinados


Ya hemos llegado a los cincuenta días confinados y hoy mi imaginación vuela hasta el año 2003 para explicaros el primer contacto que mis hijos y yo tuvimos con el surf, fue en California ¡no puede ser más mítico!

Con motivo de una exposición de Josep M. en la Tasende Gallery, en la Jolla, cerca de San Diego, toda la familia nos pusimos rumbo a California. Nos encontramos con una acogida entusiasta, tanto por parte del galerista y su familia como por sus clientes y amigos.

Comentamos que a mi familia nos gustaba el surf, pero que nunca habíamos podido practicarlo, ya que en Barcelona, por esa época aún no estaba de moda, era muy difícil.

Una encantadora familia nos preparó una mañana surfera californiana para todos nosotros. Fuimos a la tranquila playa de la Jolla Shores. Nos dejaron unas tablas grandes y nos dieron algún consejo de cómo ponernos de pie antes de entrar en el agua. Después de las instrucciones nos sugirieron que caminásemos poco a poco sin movimientos bruscos y arrastrando los pies por el fondo. Al preguntar el por qué la respuesta fue: para no asustar a los tiburones ¡La bahía estaba repleta de tiburones de aproximadamente un metro! Solamente me subí un momento a una de las tablas, sin quitar el ojo del agua y pendiente de los movimientos de los escualos. Por una parte temía por mis hijos, pero por la otra me fascinaban esos bancos de pequeños tiburones. Si observáis en una de las fotos, la que mi hijo está estirado en la tabla, a la izquierda abajo se ven varias aletas. Dudaba si vendrían o no sus mamás ya que no conseguí entender, con mi primitivo inglés, si eran cachorros o era una especie de tiburón pequeña e inofensiva.

Después supe que en los meses de verano en esta playa llegan enormes cantidades de tiburones leopardo, que son inofensivos y se alimentan, con su pequeña boca, de pequeños crustáceos, camarones o pececillos que encuentran en el fondo. Les gustan esas cálidas aguas poco profundas y tranquilas ya que les ayudan a gestarse.

Actualmente es un acontecimiento mundial y están muy protegidos, en aquella época era simplemente un hecho peculiar de la zona. Ese día pudimos disfrutar de dos experiencias inolvidables, nuestro primer contacto con el surf y nadar o avistar esa gran manada de tiburones leopardo, dos de las muchas maravillas que nos proporciona el océano.

martes, 21 de abril de 2020

Concurso de confinamiento


En estos cuarenta días de confinamiento que llevamos, en los que todo es igual, en los que faltan esas cosas que nos apasionan  y en los que casi cada día hemos tenido olas provocadas por tres temporales de levante seguidos en nuestro querido mediterráneo, intentas animarlos haciendo cosas un poco diferentes.

Una amiga me nominó en Instagram para participar en un concurso de diseño de tablas pukas custom challence . Me presenté con pocas esperanzas, pero era divertido diseñar tu propia tabla de surf en la página web de Pukas.

Durante un rato cerré los ojos e imaginé que tabla me gustaría tener para esta fantástica primavera mediterránea que nos está haciendo. Me incliné por una  Wombi Fish de color rosa, el bottom  lo escogí amarillo combinado con un suave turquesa, con mucho volumen, creo recordar que las medidas eran  6’0” x  22.00” x 2,58”  38.6 L para poder coger muchas olitas y divertirme mucho en el agua, el día que nos dejen ir.

El 13 de abril a las 21h  Pukas surf shop, en directo en Instagram, con Aritz Aranburu comunicaban la tabla ganadora y  cuatro las finalistas. Me lo recordó mi hija por teléfono cuando ella empezó a ver el programa. Mi gran sorpresa fue cuando me conecté  y Aritz empezó a hablar de una tabla que le había llamado la atención por su volumen una tabla para pasárselo realmente bien y de repente enseñó la mía.

Quedé segunda de más de 2600 diseños, pero mis gritos de alegría fueron como si hubiese ganado el concurso. Ganar una tabla ha de ser maravilloso, no me lo puedo ni imaginar, pero el simple hecho de que un surfista del nivel de Aritz, que para mí es unos de los mejores del mundo, se fije en mi diseño es todo un honor, es un regalo único  que no sé ni describir con palabras.

Con esta entrada os quiero hacer partícipes de esta pequeña/gran alegría que he tenido estos días tan difíciles para todos, guardaré este diseño por si algún día se puede hacer realidad este sueño de primavera.












sábado, 15 de febrero de 2020

Una mañana de febrero del 2013


En mis entradas a este blog no había aparecido mi hija Sara, la mayor,  la que es fotógrafa.

Siempre había deseado que me hiciera unas fotos de surf y durante mi cáncer, en el año 2013, le comenté que aprovechara mi calva surfera para hacerlas y poder echar un cabo a alguien en la misma situación que yo.

El día después de mi última sesión de quimioterapia me propuso hacer una sesión de fotos con sus hermanos. No sabía si alegrarme o no. Por un lado  me hacia muchísima ilusión, pero no tenía fuerzas ni para ponerme los zapatos. Era el día que estaba más cansada de todo mi tratamiento.

Fuimos temprano a la playa de Montgat, era un día de olas pequeñas y glassys que no rompían demasiado bien.

Mientras Júlia y Joan iban cogiendo algunas olas yo no conseguí ponerme de pie en ninguna. No pude, me sentí frustrada como surfista, pero Sara hizo fotos maravillosas de esos momentos vividos con mis hijos surfeando juntos.

La mezcla de mi pasión por el surf compartiendo esas vivencias con ellos, junto a mi desespero ante esa impotencia por la falta de fuerzas, hacen que esa mañana sea única y la tenga muchas veces presente. Físicamente no podía, pero el corazón sobrepasó esa carencia y el recuerdo que tengo es indescriptible e inolvidable. Las fotos de Sara son un bello testimonio de aquella mágica mañana.

Os muestro algunas de ellas. Mi foto preferida es en la que aparezco calva y Júlia, en un hermoso y espontáneo gesto, me presta un mechón de su largo cabello.

Ya os había comentado en otra ocasión lo que me ayudó el surf cuando tuve el cáncer, y esta imagen ha sido la excusa para escribir esta entrañable entrada.






sábado, 23 de noviembre de 2019

Finde asturiano


Para variar esta vez también nos ha acompañado la lluvia, el viento racheado y mucho mar. Al ver que las previsiones eran tan malas decidimos dejar a Nana en Barcelona. Estar en casa de Júlia y Raúl con el perrin siempre empapado me resulta incomodo.

Hicimos noche en Getaria para poder disfrutar de los placeres que proporciona una comida en Elkano.

A pesar del mal tiempo disfrutamos con alguna salida cercana. El sábado por la mañana  estuvimos en el  parque natural de las Ubiñas, las tierras de Raúl. Los pequeños pueblos colocados estratégicamente por la montaña nevada daban el aspecto de una Navidad anticipada.

A última hora de la tarde vimos por la ventana la espuma de alguna ola y, ya que las previsiones no prometían muchos más baños, cuando nos decidimos a entrar eran las 17:45 h. Teníamos muy poco rato de luz.

Cerca de casa tenemos la playa de Poniente que cuando el mar está muy desfasado entra una ola bastante ordenada y que abre bien. Es una playa urbana muy resguardada, construida en la antigua ubicación de unos astilleros, junto al puerto deportivo.  

Era la primera vez que entrabamos allí. Rápidamente cogimos una par de olas cada una y remamos unas cuantas más, pero ya sin ver ni para donde rompían. Estuvimos casi una hora jugueteando con las olas. Al salir el problema fue por dónde. Habíamos entrado con media marea andando tranquilamente sobre un fondo de arena, pero al salir ya casi teníamos bajamar y cuando el agua nos llegaba a las pantorrillas descubrimos que todo eran piedras y más piedras de un buen tamaño. Tardamos mucho en llegar a la orilla, poco a poco, calculando cada paso y utilizando la tabla de soporte, ya que nos daba miedo torcernos un pie. Yo no llevaba escarpines lo cual dificultó mucho más la operación.

Una vez en tierra llegó el momento de encontrar las chanclas. Nos reímos buscándolas en la negra noche. Entramos con tanta ansia que no me fijé en la zona que las dejé ¡Parecíamos novatas!

Desconocíamos las condiciones en las que funciona esa playa, pero ese día aprendimos que con marea baja no son las mejores, no solamente por la dificultad de salir sino porque las olas perdieron su fuerza y su forma; con marea media rompían mucho mejor, sobre todo las izquierdas. He observado que algunas veces hay un desnivel en la orilla que provoca una contra ola que puede dificultar para surfear con pleamar. En mis próximos viajes lo comprobaré ya que toda mi experiencia surfera en la playa de Poniente se limita a ese bañito, a muchos paseos con Nana y no había entrado ni a nadar.

El domingo íbamos hacia la basílica de Covadonga y al ver que la carretera que conduce a los lagos estaba abierta cambiamos la ruta, era uno de los pocos días  de invierno que puedes ascender. Fue tan inesperado que no íbamos ni vestidos de montaña; un gran regalo disfrutar de ese bello e impresionante paisaje  y con muy poca gente. Al bajar comimos en un restaurante mágico por el entorno y divino en lo referente al paladar, el Molín de Mingo, un antiguo molino rodeado de montañas en dónde el tiempo se detiene. Te has de perder por las carreteritas del Peruyés para encontrarlo y necesitas tanto un buen conductor  como una buena copiloto como Raúl y Júlia.

Al día siguiente, muy a pesar nuestro, se nos acabó el finde asturiano y emprendimos la vuelta a casa, feliz, pero con el corazón un poco encogido y siempre con muchas ganas de volver.




jueves, 14 de noviembre de 2019

Un día de filmación


Hace un tiempo me eligieron para participar en un documental sobre el surf en Catalunya, 265 es su título, que hace referencia a los días que no solemos tener buenas olas en nuestro mar mediterráneo. Para mí es un honor participar en este proyecto ya que es un grupo de buenos surfistas, que además son de un gran interés en lo referente al  surf catalán. Yo no soy buena surfista, pero si soy una gran apasionada capaz de dejarlo todo por una olita de medio metro.

Quedamos el jueves 14 ya que entraba un buen swell de SO, pero acompañado de un fuerte poniente. Por el sur todo estaba muy ventado y nos dirigimos a una playa más resguardada. No la localizo por respeto a los surfistas locales ya que es un spot poco concurrido.

El pico se encontraba a la izquierda de un espigón y para entrar tenías que remontar por la playa de al lado salvando dicho espigón. Me explicaron el funcionamiento de las olas y las corrientes de esa playa, ya que no había entrado nunca y soy miedosa en un spot desconocido. Tuve la gran suerte de compartir ese día de filmación con un gran surfer, Alex. Entré con él y siguiendo sus pasos o, mejor dicho, sus remadas llegamos al pico rápidamente, gracias a esta soltura que me proporcionó el perseguirlo casi conseguí una apariencia de local. Cerca del espigón la ola era más pequeña, pero mucho más hueca y muy rápida, allí se quedó Alex y yo opté por alejarme del espigón e ir a la zona que eran más grandes, pero que abrían más suavemente.

El mar empezó a subir. Me costó una larga hora coger un par de olas ¡Qué nervios! Cuando quieres quedar bien es cuando quedas peor. Algunas las intentaba remar, pero no había manera de pillarlas, otras reconozco que debido a su tamaño y a la inexperiencia con esa ola me daban miedo y no me atreví a remarlas con convicción.

Cogí una buena derecha, tuve que bajar la pared muy agachada para no caer ya que la ola tenía muchos baches, para el take off ya pude incorporarme y reseguir la pared con la mano. ¡Una bonita ola! En  La segunda quise levantarme  rápidamente y al intentar girar caí.

Satisfecha de haber salvado el baño me fui para la orilla. Para salir tuve que adentrarme más debido al  tamaño de las olas y vigilar  que no me arrastrasen hasta el espigón. Una vez en tierra Mario, el productor, surfer y amigo, me informó que me habían filmado en la ola buena. Acabé con una sonrisa que no me cabía en la cara.

Las fotos  no son de ese día, pero sirven para hacerse una idea de cómo es esa ola y poder conocer el  lugar en el que se forma. Hace años que la observo, por eso tengo fotos, y siempre decía que yo allí no entraría nunca debido a su turbulencia, y al entrar en la desembocadura de un rio pensaba que el agua estaría muy contaminada. Mi sorpresa fue cuando descubrí que estaba completamente equivocada, la ola abre bien y con buen recorrido y la calidad del agua es aceptable. Realmente nunca se puede decir nunca.

domingo, 4 de agosto de 2019

No siempre hay buenas olas en el norte


La primera semana de agosto, como típicos turistas, nos fuimos hacia Asturias. Siempre es un placer hacer esta ruta en coche ya que hay poco transito y se ameniza por la diferente tipología paisajística. Es emocionante ver las primeras crestas montañosas de Igay, el asomo al Cantábrico.

Esta vez tuvimos poco mar y solamente un día lo dedicamos al surf. El día que se iniciaba Raúl, el novio de Júlia.

Nuestra intención era surfear en Salinas. No estuvimos muy pendientes de las mareas, pues la marea alta, que es la que a mí me gusta en esa playa, era al amanecer. Al ver los cerrotes que había decidimos que Raúl no se podía iniciar con semejantes olas. Nos dirigimos a San Juan esperando encontrar algo más pequeño y adecuado ¡No tuvimos suerte! Las olas, de un buen metro, levantaban sus crestas amenazantes y las dejaban caer todas de golpe. Una ola me centrifugó unas cuantas veces.

El pobre Raúl pensó que eso del surf era muy peligroso, alegó ver alguna de cerca que metía miedo al pánico. Fue un día que pocas cosas le puedes enseñar a un principiante,  deslizarse con alguna espuma orillera lo máximo. Vio qué el surf no es fácil.

El resto de los días los dedicamos a un par de guapas excursiones. Ascendimos a Pico Pienzu atravesando el centenario hayedo de la Biescona, un lugar mágico en el que con un poco de imaginación ves corretear las ninfas entre las hayas. Al día siguiente hicimos la ruta del desfiladero de la Xanas. Una antigua senda tallada en la roca que te va adentrando en un impresionante desfiladero con el río de las Xanas a los pies. Insuperable paisaje si el vértigo te deja mirar…¡Para mí fue una prueba de superación!

El exquisito cóctel de familia, mar y montaña convierte a Asturias en uno de mis lugares favoritos ¡Le tendremos que poner una estrella!